Intolerancia y educación son términos antagónicos. Libertad y educación, en cambio, son consustanciales. No es posible entender ningún proceso de formación de la persona si no está basado en la libertad, como fin y como medio para alcanzar los propósitos que se pretenden conseguir en los centros educativos.
Principios tan elementales parecen puestos en tela de juicio en algunos momentos y, saltan directamente por los aires con sucesos como el que ha conmocionado a la opinión pública de todo el mundo, este fin de semana, con el asesinato en Conflants-Sainte-Honorine, en la periferia noroeste de París, de un profesor de Historia por las explicaciones acerca de la libertad de expresión que el docente había desarrollado en clase.
Este atentado es un hecho simbólicamente muy grave, un ataque brutal a la escuela pública francesa, que es uno de los fundamentos de esa República, de la laicidad, de la voluntad de integración entre comunidades, de los valores democráticos y de tolerancia. No podemos estar más de acuerdo con el ministro de Educación de Francia, Jean-Michel Blancher, cuando ha subrayado “que la República había sido atacada” y ha hablado del “asesinato innoble” de “uno de sus servidores”. Igualmente el presidente francés Emmanuel Macron ha declarado que “uno de nuestros ciudadanos ha sido asesinado hoy porque enseñaba, porque enseñaba a sus alumnos la libertad de expresión, la libertad de creer y de no creer”.
Quizás, en momentos tan aciagos como este, se entienda perfectamente el papel fundamental de la educación y, los ataques que -en consecuencia- sufre, por parte de quienes basan sus principios en la intolerancia y utilizan la violencia, en su máxima expresión, como herramienta para conseguirlos.
De todas formas, aún considerando las características de la sociedad francesa, este atentando no puede más que hacernos recordar las dificultades por las que también atraviesa la educación en nuestro país. Aún estando lejos de hechos tan dramáticos como el sucedido el viernes en París, la intolerancia también trata de ganar terreno en la enseñanza en España. El intento de algún gobierno autonómico de introducir el llamado “pin parental”, así como las denuncias que han sufrido profesionales de la educación por parte de un grupo político y asociaciones ultra católicas, por llevar a cabo programas de coeducación en sus centros educativos, son muestras de intolerancia y ataques a la libertad de enseñanza, que -de ningún modo- se pueden consentir.
Secretariado de la Confederación de STEs-i
19 de octubre de 2020.